La historia del vaso de txikito es una historia txirene. No podía ser de otra forma, siendo de Bilbao. El vaso se creó antes del siglo XX pero no se sabe cuál era su función exactamente. Desde luego, no servir como recipiente para el vino. Esta utilidad se instauró a partir de una visita que la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, realizó a Bilbao en 1929. La ciudad decidió engalanar las calles con velas. A lo largo de todo el recorrido se colocaron candiles para iluminar el paso de la comitiva real. A tal fin, se emplearon los que ahora se conocen como vasos de txikito. Después de la visita real, Bilbao se encontró con un excedente de vasos que repartió entre los bares de la localidad. Rápidamente, se popularizaron como los vasos de txikito por excelencia. Para quienes no estén familiarizados con el término, txikito se refiere a una medida pequeña de vino que era el que se servía para alternar en los bares. A los txikiteros (grupos de amigos que tras salir del trabajo se iban a tomar algo) les gustó mucho este vaso, habiendo dos teorías por las que pudo ser así. Una, decían que no les podían engañar puesto que todo el mundo iba a tener la misma cantidad de vino tinto, y la segunda porque según ellos, hasta el vino más desagradable y malo, en ese vaso sabía bien.