En el 711, las crónicas árabes nos cuentan que todo empezó en la Batalla de Guadalete (Andalucía) en donde el rey godo Rodrigo es asesinado por las fuerzas del Califato Omeya dirigidas por Táriq ibn Ziyad. Rodrigo venía de luchar con los vascones y llega tarde y mal a luchar contra los árabes. Le sumas una traición por venganza de sus hombres de por medio y la monarquía visigoda es derrotada. La inestabilidad de su reinado ya estaba cavando su propia tumba y los musulmanes les remataron. El ejército musulmán pasó Gibraltar y extendieron su territorio hasta el sur de Francia durante siete siglos.
Atravesando la historia y las leyendas, la Batalla de Covadonga es contada exageradamente por ambas partes. Los astures presumen de haber derrotado a un ejército gigante árabe iluminados en la batalla por la Virgen de Covadonga, y los musulmanes que no fue más que una mera escaramuza sin importancia, derrotados por unos pastorcillos. De boca en boca, de juglar en juglar, esta historia se va cambiando, transformando y tomando anabolizantes con el paso del tiempo. Si hasta se ha hecho una traducción en asturianu de la película 300 en la que Leónidas hace de Pelayo, pegándole la patada en el pecho al moro y gritando: “´¡Esto ye Asturies!”. Fue una batalla de cuatro contra cuatro.
La Batalla de Covadonga.
Pero básicamente no tenemos ninguna prueba física de lo acontecido, no tenemos un yacimiento que nos lo confirme. Así que cuando hablamos de la Batalla de Covadonga lo hacemos con pinzas ya que puede ser un mito.
Y ahí quiero ir, a Pelayo. Uno de los personajes más idolatrados en Asturias, que hasta aparece en el escudo de Gijón. Pero hay una calle en esta ciudad también dedicada a otro señor de la guerra: Uthman ibn Abu-Musa, se que los nombres árabes son muy largos así que diré el más conocido: Munuza. Un berebere que había llegado a España en la vanguardia del ejército y fue nombrado en el 714 wali, el gobernador de la Hispania noroccidental. Su sede se encontraba alternativamente en Asturica Augusta (Astorga), Lucus Asturum (Lugo de Llanera) y Gijia (Gijón). Vamos, que estaba en Asturias gobernando.
En el 717 reúne-obliga a los líderes de la zona en Sevilla, con la intención de que colaboren-sean obligados a perder su poder político, pero seguían siendo los jefes en la superficie. Entre ellos se encontraría don Pelayo, al que se le encargaría el llevarle los tributos-chantajes de la zona norte a la ciudad andaluza, porque Munuza necesitaba tenerlo alejadito ya que tenía unos planes que nada tenían que ver con la política.
Nos cuentan las leyendas salseantes que Munuza estaba enamorado de la hermana de Pelayo, Ermesinda (Ormesinda o Adosinda), hecho que podría haber desencadenado la rebelión cristiana. Munuza envió a Pelayo lejos para arreglar su enlace con Ermesinda, la cual aceptaría aunque estuviera ya comprometida con Alonso, preso por el bereber, y por miedo a que lo asesinasen se entregaría Ermesinda al gobernador musulmán.
Un año después llegaría Pelayo, que al enterarse de lo sucedido entraría en cólera y aparecería el mismo día de la boda a gritar “¡YO OBJETO!” mientras le ponía la espada en el cuello a Munuza. Acabaría siendo rechazado por los guardias del wali y huiría a las montañas de Cangas de Onís con su cuadrilla.
Otra variante de la leyenda es que Pelayo quiso dar muerte a su hermana, para “lavar el honor familiar” ya que había traicionado su compromiso con Alonso casándose con un infiel. En la boda Pelayo en vez de aparecer como un tanque americano, arrasando todo por su paso, llega tranquilamente a hablar con su hermana, puñal en mano escondido, como un buen hermano. Para qué vamos a solucionar la cosas de otra manera. Ermesinda, por la que corre la misma sangre que Pelayo (furiosa y digna, somos astures HO) hablaría claro, y como tantas mujeres en la historia cuyo honor fue mancillado, le diría a su hermano que se había envenenado y moriría en brazos del mismo. Ni a su hermano le iba a dar el placer de matarla. Munuza, cabreadísimo porque su futura esposa acababa de palmar, ataca a Pelayo pero este le vencería en combate. Además se llevaría con Alonso el cadáver de su hermana a Covadonga.
Todo esto acabaría por desembocar en la Batalla de Covadonga: tributos por parte de los gobernadores musulmanes abusivos, una deshonra familiar… por lo que los condes gallegos se alían con Pelayo y hasta el 720 todo es una refriega de guerrillas. Asturias ya sabemos que es región inhóspita y de difícil acceso. Antes no había coches ni carreteras. Mordor.
En el 721 llega en nuevo wali, Anbasa, que reorganiza la administración y el ejército. Para animar la situación decide ganar una victoria que él consideraba fácil, los rebeldes pastorcillos de Asturias y manda a su general Al Qama, que hace retroceder a los rebeldes y le devuelve el gobierno a Munuza. Parece que la cosa va mejor para el bando musulmán. Pero no.
La persecución de estos rebeldes los lleva hasta la Cova Dominica, donde la vanguardia del ejército musulmán sería arrasada por los astures debido a la geografía del lugar, en el 722, la famosa Batalla de Covadonga. El ejército musulmán es vencido por lo que huyen hacia Cantabria y de nuevo dos teorías, o rematados por la esposa de Pelayo, Gaudiosa, o muriendo por un desprendimiento de piedras en el monte Subiedes. Al conocer las malas noticias, Munuza huiría camino a León. El fin del gobernador musulmán tiene tantas versiones como piedras se lanzaron en Covadonga, que si lo habría matado Pelayo el día de la boda, en la Batalla de Covadonga, en la huída de Gijón siendo cazado en La Felguera, o finales felices como que habría huido con Ermesinda a orillas del Guadalquivir o habría permanecido en Gijón con ella, habiéndose reconciliado con Pelayo. Aunque otras crónicas, coetáneas y más contrastadas lo sitúan en los Pirineos Orientales, en la Cerdanya, aliado con el duque Odón el Grande y casándose con su hija Lampegia (si éste era de armas tomar). En este relato Munuza habría traicionado a los árabes omeyas cordobeses, convirtiéndose al cristianismo y casándose por la iglesia. Da igual el relato, la mala suerte le persigue. En el 731 el nuevo gobernador de al-Andalús, Ab dar-Rahman ibn Abn Allah al-Gafiqi realiza una campaña de castigo, llegó hasta la Cerdaña y asesinó a todos los traidores, entre ellos el enamoradizo Munuza.
Y así termina la historia de dos contrincantes que representan el qué hacer de la Edad Media: la cruz contra la media luna. Durante 7 siglos. A Pelayo se le considerará el primero de los reyes de la España de la Reconquista y Munuza en todas las vertientes acaba asesinado, o por sus enemigos o por sus congéneres. Por eso Pelayo está en el escudo de Gijón, y por eso el enamoradizo de Munuza, que tuvo a Pelayo bajo sus órdenes, lo encontramos en una de la calles de Gijón. Pero ahí está. Así el dicho de “Asturias es España, y lo demás tierra conquistada” no es cierto. Hasta las leyendas nos lo confirman.