El 13 de octubre del año 891 se consagró el altar de la iglesia prerrománica de Alfonso II el Casto, que acabaría convirtiéndose en la Catedral de Oviedo y de Asturias: la “Sancta Ovetensis”. Alfonso II el Casto fue el primer peregrino, durante su reinado llegaría a sus oídos que un pastor llamado Pelayo (ese nombre en Asturias tan popular) encuentras los restos del Apóstol Santiago. El que cristianizó a la Península Ibérica. Casi nada para un rey al que llamaban monje-guerrero. Por lo que se cogería a toda su corte y se iría a rendirle honras a los restos, creando el primer Camino de Santiago, el Camino Primitivo. De todos en Oviedo es sabido que “quién va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y no al señor”. Todo un éxito promocional.
La Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de El Salvador de Oviedo (nombre oficial, como Juan Froilán de Todos los Santos) se levantó durante un momento clave en la Edad Media: la Reconquista. En el siglo VIII los musulmanes y los cristianos se peleaban por el territorio y el poder, todo comenzado por la Batalla de Covadonga, en donde fueron vencidos por uno de los héroes asturianos, Pelayo (vamos, nuestro Leónidas astur). Su último descendiente directo fue Alfonso II el Casto, quién trajo la capital a la ciudad de Oviedo y el Arca Santa de Jerusalén, con reliquias tan importantes para la Edad Media como el Santo Sudario. Todas las encontramos en la Cámara Santa, Patrimonio de la Humanidad, en donde coinciden con la Cruz de los Ángeles, emblema de Oviedo, y la Cruz de la Victoria, símbolo de nuestra región.
Si al principio nos hemos de remontar, deberíamos hablar del fundador de Oviedo, Fruela I el Cruel, que edificó su iglesia prerrománica dedicada a San Salvador en el año 765. Sería arrasada por la incursión del ejército musulmán, bajo los mandos de Abd-al-Malik, en el 794. Así que no cuenta, pero su hijo, Alfonso II el Casto, trajo la capital del reino de la Reconquista a Oviedo y la volvió toda una ciudad medieval, siempre inspirándose en su amigo y rival, Carlomagno, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Alfonso II el Casto construyó su complejo palacial, en donde la primigenia San Salvador era una iglesia prerrománica (antes del románico), ese estilo único en el mundo, Patrimonio de la Humanidad, que sería parecida a la de San Julián de los Prados, alias Santullano. Muros muy gruesos, ventanas escasas, y todo lleno de pinturas. Recordemos que las gentes medievales eran analfabetas, por lo que su adoctrinamiento se hacía a través de las imágenes.
De este capítulo prerrománico poco queda, su Torre de San Miguel o Torre Vieja, promovida por Alfonso III el Magno, el último rey astur, en el siglo IX. ¿Cuál era el objetivo? Proteger la Cámara Santa y las reliquias cristianas de los ladrones normandos, pero os sonará más si digo vikingos, ¿no?
Además, sobre esta Torre Vieja se construiría un cuerpo de campanas para hacerle competencia a su catedral enemiga, la Catedral de Santiago de Compostela. Casi nada. Aunque la pelea no solo fue estética, hay cien mil maneras distintas de conseguir ventaja. Como la crítica directa, está documentado el refrán que dice “quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y no al señor”. Encontrado en documentos ya en el siglo XII, los cuales nos hablan de exorcismos curados gracias a estamparle la Cruz de los Ángeles en la cara a una peregrina llamada Oria. Todo para competir con la gran fama sanadora de Santiago. En este siglo, más concretamente se abre el Arca Santa, que hasta ese momento nadie había abierto, la cual guardaba en su interior reliquias que provenían de Jerusalén, entre ellas la más atrayente de todas: el Santo Sudario. La tela con la que taparon el rostro de Jesucristo al bajarlo de la cruz. Vamos, Oviedo parada obligatoria medieval en la Edad Media. Si por aquí anduvo el Cid Campeador.
Comenzada como gótica en el siglo XIV, año tardaría siglos en terminarse. En la Nochebuena de 1521 Oviedo fue arrasado por un incendio y las arcas municipales quedaron totalmente en crisis, por lo que su segunda torre, proyectada por Juan de Badajoz, ejecutado por Rodrigo Gil de Hontañón, nunca sería construida. La primera torre tardó doscientos años en terminarse, eso sí, de 80 metros de altura.
Aunque las catedrales no son importantes solo por su arquitectura, si no también por ser guardianas del conocimiento. Su biblioteca fue admirada por Ambrosio de Morales, el cronista de Felipe II, el cual dijo que
aquí hay más libros góticos que en todo lo demás del reino de León, Galicia y Asturias.
Generaciones y generaciones, vivencias, historias, ella siempre es la principal testigo de la ciudad de Oviedo, y su protagonista en otras ocasiones. En 1884 se publica la segunda novela más leída por detrás de El Quijote en España, La Regenta, del escritor ovetense Leopoldo Alas Clarín y la Catedral de Oviedo pasa a ser un icono cultural. Clarín, en su Vetusta imaginaria, nos cuenta los amoríos de Ana Ozores, la cual tiene escenas subiditas de tono con su confesor, Fermín de Pas, en una catedral de una sola torre en una ciudad que llueve muncho. Atemos cabos. Era Oviedo y a la curia ovetense no le sentó nada bien jeux gonflables. Tras superar las vicisitudes, La Regenta ha situado a Oviedo en el mapa cultural español a finales del siglo XIX, y en el audiovisual en el siglo XX con las adaptaciones cinematográficas, en las que aparece una catedral que no estaba tan limpia como la de ahora, que lleva 50 años limpiándose.
Dicho antes, la Catedral de Oviedo es un testigo innegable de la historia de los ovetenses, pero también de los asturianos. En 1934 estalla la Revolución minera tras la victoria electoral de la extrema derecha del CEDA. Asturias se vuelve un campo de batalla. Los guardias de asalto que defendían Oviedo de los sublevados deciden parapetarse en la torre de la Catedral, y esa noche del 11 de octubre las fuerzas revolucionarias tomaron una decisión de la que se arrepintieron y lamentaron posteriormente: dinamitar la Cámara Santa. Una pérdida artística pero sobretodo, patrimonial. Lo que hoy veremos son los muros reconstruidos en 1942.
Esta catedral construida por la monarquía, y comenzada a visitar oficialmente desde Isabel II en el siglo XIX, cada año por los reyes, es también catedral del pueblo. En ella se encerraron trabajadores de la empresa Duro Felguera, dedicada a la producción del hierro, durante 10 meses entre 1996 y 1997, para protestar por la recolocación de trabajadores despedidos. Y lo lograron.
Ya en el 2021, ha sido testigo de su segunda pandemia, y quién sabe que más vera, o será protagonista. La Catedral de Asturias os mira vigilante. Os aseguro que después de visitar esta ciudad, nunca os vais a olvidar de su torre, guía de los peregrinos, inspiración de artistas y foto obligada en Instagram. Esa torre que corona la ciudad milenaria de Oviedo, su Dama del Horizonte.