La moneda, ese pequeño trozo de metal gracias al cual, por un lado, se desarrollaron sociedades y, por otro, se perdieron tantas vidas. Objeto siempre codiciado a través de los siglos, capaz de narrarnos la historia de las civilizaciones de manera absoluta y revivir la memoria de nuestros antepasados. Nos transporta a épocas pasadas, como si de una pequeña máquina del tiempo se tratara, y a momentos clave en la Historia. Fue uno de los inventos más importantes de la humanidad cuya antigüedad data del siglo VII antes de Cristo, siendo la civilización lidia la que creó las primeras monedas de plata y oro.
La civilización lidia, establecida en el oeste de Anatolia, fue el centro del comercio entre Asia y Europa. Hasta ese momento, el comercio se realizaba mediante trueque, pero las monedas se empezaron a acuñar por orden del rey de esta civilización. Después de los lidios, el uso de monedas se hizo cada vez más común. La moneda que salió de Anatolia se extendió primero a las civilizaciones mediterráneas y luego a todo el mundo en poco tiempo.
En la Hispania romana hubo diversos establecimientos oficiales, también conocidos como cecas, donde se acuñaba la moneda con la que se llevaban a cabo las diferentes transacciones cotidianas. Estas cecas provinciales formaban parte del entramado de red de cecas de la Antigua Roma y una de las más importantes en la península ibérica fue la ceca de Carthago Nova (Carthago Nova es el topónimo con el que se conoce a la ciudad de Cartagena en época romana).
Es en el año 44 a.C., durante la República Romana, cuando Julio César concedió a la ciudad de Carthago Nova el estatuto de colonia romana (Colonia Urbs Iulia Nova Carthago), y es precisamente Carthago Nova una de las cecas de las 35 colonias que acuñaron moneda entre la muerte de Julio César y el reinado del emperador romano Claudio (hasta el año 54 d.C). Aunque no se ha encontrado restos de esa antigua ceca, se sabe que tuvo que existir por las monedas que se han encontrado, o bien una especie de taller monetario que se ubicaría en esta urbe romana. La mayoría de emisiones que se realizaron fueron en años quinquenales, y no se acuñaba moneda en ese intervalo de tiempo. En el taller donde se acuñaban estas monedas trabajaba un número reducido de trabajadores.
Carthago Nova fue la cuarta ciudad romana en volumen de fabricación de monedas en la península ibérica, tras Caesar Augusta (Zaragoza), Emerita Augusta (Mérida) y Tarraco (Tarragona). La moneda que más se acuñaba fueron los semises, hechos de bronce y equivalían a 1/20 de denario; un denario era la moneda más importante de la época, como el euro hoy en día. Es decir, que los semises eran como la ‘calderilla’ de la época.
Pero por aquel entonces ya existían los falsificadores de monedas; de hecho, había cecas de Hispania que llegaron a falsificar monedas, sobre
todo denarios, forrando el cobre o bronce de la moneda con una fina lámina de plata, para que pareciese hecha de plata en su totalidad. De esta manera, les costaba mucho menos fabricarlas y las podían poner rápidamente en circulación. ¿Pero qué les ocurría a estos falsificadores cuando eran pillados? La pena para esos corruptos de la época era nada más y nada menos que la tortura. La manera más común de torturar a estos falsificadores consistía en meterlos en un saco cerrado junto a varios animales vivos, como perros, monos, víboras o gallinas, y los dejaban un buen rato dentro del saco para después tirarlos al agua. ¡Una lección de la que aprenderían seguro, si es que sobrevivían para contarlo! Desde entonces tenemos constancia de que las falsificaciones de monedas han existido.
Pero hablar de monedas lleva consigo mencionar los billetes, esos trozos de papel que fueron creados originalmente en China en el siglo VII para facilitar el comercio entre los distintos territorios de tan enorme país, puesto que permitía llevar más dinero ocupando apenas peso y espacio. En España los primeros billetes aparecieron en el año 1780, durante el reinado de Carlos III, popularizándose en muy poco tiempo al ser más fáciles y ligeros de transportar parque aquático inflável.
En definitiva, las monedas y los billetes han sido y serán siempre muy valiosos, reliquias de la historia que han narrado desde épocas ancestrales el devenir de los pueblos pero que están en peligro de extinción más que nunca por el auge de los medios digitales. ¿Tiene la moneda sus días contados? Solamente el tiempo, el que fuera el respetado dios Saturno para los romanos, dirá qué cara de la moneda saldrá victoriosa.