Muchos han sido los cines que han ido desapareciendo en Bilbao en los últimos años y poco queda de las huellas que dejaron aquí, mas allá de su recuerdo.
Hay una teoría de cómo se originó la idea del cine que decía que era como ir en un tren mirando por la ventanilla, viendo pasar el paisaje. En 1918, tras la iglesia de San Nicolás, estuvo el Cinematógrafo Metropolitano. Tenía la particularidad de que tenía bancos corridos colocados perpendicularmente a la pantalla y se miraba de lado, como en un vagón de tren. Creían que entre el olor a humo de los cigarros, los bancos que se tambaleaban con el movimiento de los espectadores y el visionado de lado, podía recordar al traqueteo del tren, y proyectaban panorámicas de lugares como Roma, París o Londres.
Una de las primeras películas de Bilbao se proyectó en este cine, que en 1923 pasó a ser el cine Bilbao. Fue Edurne modistilla bilbaína, de 1924, dirigida y protagonizada por Telesforo gil. Desgraciadamente, hoy sólo se conservan descartes, el guión y algunas fotografías. Una copia fue cedida por Telesforo Gil a una marca de chocolate muy popular asociado a la merienda de los niños. Se dividió en fotogramas que se insertaron en los envoltorios de los caramelos como elemento publicitario. Los que la comprasen, podían ver cada fotograma mediante una especie de visor de plástico con el que se vendía, un embudo visual contra la luz. Al parecer, el cineasta pensó que había entregado tan solo descartes, no una copia original de su película.
El argumento se basaba en una modista bilbaína, una ocupación de mujeres fundamentalmente del mundo rural que venían a Bilbao a aprender castellano a cambio de prestar servicios domésticos y trabajos de costura que se casa con un trabajador de la industria. Éste enferma y cuando ella va a renegociar el alquiler de la vivienda, el propietario trata de aprovecharse de ella, pero finalmente, “gracias a la intervención de la virgen”, el drama se resuelve felizmente.
DENOMINACIONES DE LOS BILBAINOS
A los bilbainos siempre se nos ha llamado “botxeros” por estar metidos en un valle estrecho rodeado de pequeñas montañas. Pero pocos saben que también se nos llama “Chimbos”.
Se cuenta que antes de pasar a llamarlos patateros, los bilbaínos llamaban despectivamente “babazorros” a los alaveses, esto es, comedores de habas, y éstos decidieron vengarse apodando a los bilbaínos “chimbos”. Pero los bilbainos chirenes acogieron el gentilicio porque estaban muy orgullosos de sus costumbres y de su especie autóctona.
Y es que “Chimbo” es el nombre de un típico pájaro que habitaba masivamente en Bilbao antes de que hubiese industria y tráfico. Era costumbre cazarlos para comer en otoño, la mejor época para cazarlos bien cebados. Eran los domingueros de la escopeta -también llamada chimbera- los que cada día del Señor se lanzaban a la búsqueda de higueras, maizales, moreras, manzanos que cobijaran a los chimbos. Pero el momento mas gratificante para aquel dominguero, era el de llegar a casa para cocinarlo. La receta era sencilla: desplumar, destripar, limpiarlos bien con un trapo y cortarles las patitas y el pico. Se freían bien en una sartén con manteca. Se retiraban a un plato donde se les cubría para que no perdieran el calor y, en la misma manteca, se echaba pan rallado mezclado con ajo y perejil. Se revolvía un poco en el fuego y se vertía sobre los pajaritos. Todo un manjar de dioses.
El conocido jabón “Chimbo” también viene de ahí. es auténticamente de Bilbao y ha sobrevivido desde 1863. Es un jabón con múltiples propiedades como que es antiséptico, es ideal para toda clase de telas, es eficaz contra manchas difíciles, sirve para el acné, el lavado de cutis y es eficaz para puntos negros, granos y pieles grasas juegos inflables. Es biodegradable para el cuidado del medio ambiente y es económico. Por cierto, Los Chimberos, aquellos vocalistas que cantaban “desde Santurce a Bilbao”, también se bautizaron así por el pajarito.